La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y
adversidades (más conocida como Lazarillo de Tormes) es una novela española anónima,
escrita en primera persona y en estilo
epistolar (como una sola y larga carta), cuya edición conocida
más antigua data de 1554. En ella se cuenta de forma autobiográfica la
vida de un niño, Lázaro de Tormes, en el siglo XVI,
desde su nacimiento y mísera infancia hasta su matrimonio, ya en la edad
adulta. Es considerada precursora de la novela
picaresca por elementos como el realismo, la narración en primera persona, la
estructura itinerante, el servicio a varios amos y la ideología moralizante y pesimista.
Lazarillo de Tormes es
un esbozo irónico y despiadado de la sociedad del momento, de la que se
muestran sus vicios y actitudes hipócritas, sobre todo las de los clérigos y
religiosos. Hay diferentes hipótesis sobre su autoría. Probablemente el autor
fue simpatizante de las ideaserasmistas. Esto motivó que la Inquisición la prohibiera y que, más
tarde, permitiera su publicación, una vez expurgada. La obra no volvió a ser
publicada íntegramente hasta el siglo XIX.
Se trata de una novela de autoformación, de estructura aparentemente
simple, pero en realidad muy compleja; es una carta destinada a vuestra
merced, tratamiento que implica alguien con superior condición social, y
está motivada por "el caso", hecho del cual éste ha oído hablar, y
cuya versión personal pide a Lázaro, parte implicada en él, le explique
("escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso"). Así que
debe ser una especie de confesión y el personaje es un alto dignatario
eclesiástico, quizá el Arzobispo de Toledo que ha oído los extraños rumores que
circulan sobre la extraña conducta sexual del Arcipreste de San Salvador, como
llegamos a saber al fin del libro, según los cuales éste estaría amancebado con
la mujer de Lázaro.
La originalidad del
libro sin embargo trastoca cualquier molde y crea un subgénero literario
específico realista, la novela
picaresca, mediante el recurso a la parodia de
narraciones caballerescas idealizantes del Renacimiento:
a las rimbombantes epopeyas de gestas guerreras y los libros de angélicos
pastores y cortesanos enamorados se opone una epopeya del
hambre, que mira solamente a cuanto hay por debajo del cuello de golilla y se
preocupa solamente de la subsistencia, en línea con la tradición realista de la
literatura española, revitalizada entonces por La Celestina y
sus continuaciones.
La temática del Lazarillo de Tormes es
moral: una crítica acerba, incluso una denuncia, del falso sentido del honor
("la negra que llaman honra") y de la hipocresía. La dignidad humana
sale muy malparada de la sombría visión que ofrece el autor, nihilista y
anticlerical. La vida es dura y, tal como aconseja el ciego a Lázaro en la
obra, "más da el duro que el desnudo"; cada cual busca su
aprovechamiento sin pensar en los otros, por lo que, como se dice al principio
de la obra, arrimándose a los buenos "se será uno de ellos": esto es,
para ser virtuoso hay que fingir ser virtuoso, no serlo. Sin duda alguna, se
trata de la visión de un humanista desencantado, acaso judeoconverso y erasmiano,
a pesar de que Marcel Bataillon niega el influjo directo
de Erasmo en
la obra.
Como consecuencia, resultó la inclusión de esta
obra en el Índice de libros prohibidos de
la Inquisición, la cual permitió al cabo la
circulación de una versión expurgada de los pasajes anticlericales. El
Lazarillo fue, además, una obra muy traducida e imitada, y su influjo,
profundo, marcó tanto la literatura española que podría decirse que sin ella no
habrían podido escribirse ni Don Quijote de la Mancha ni la
treintena de novelas picarescas españolas y extranjeras
que se han conservado.
El Lazarillo de Tormes es una obra artística de primer orden; lo es por su originalidad, su valor humano, su trascendencia literaria y cultural, su estilo (el castellano equilibrado, preciso y oral que preconizaba Juan de Valdés) y su lenguaje: un castellano clásico modélico, flexible y expresivo, sutilmente irónico, donde abundan las geminaciones y los isocola y donde no se desprecian y se ponen al mismo nivel el castizo refrán y la cita culta. La desproporción entre la materia y su elaboración por parte del autor se inclina marcadamente en esta última, pero sin denotar, y en eso consiste uno de sus méritos, el esfuerzo que debió suponer.
El Lazarillo de Tormes es una obra artística de primer orden; lo es por su originalidad, su valor humano, su trascendencia literaria y cultural, su estilo (el castellano equilibrado, preciso y oral que preconizaba Juan de Valdés) y su lenguaje: un castellano clásico modélico, flexible y expresivo, sutilmente irónico, donde abundan las geminaciones y los isocola y donde no se desprecian y se ponen al mismo nivel el castizo refrán y la cita culta. La desproporción entre la materia y su elaboración por parte del autor se inclina marcadamente en esta última, pero sin denotar, y en eso consiste uno de sus méritos, el esfuerzo que debió suponer.
Gran parte del material e incluso de los personajes
son de origen folclórico y tradicional; hay cuentecillos y facecias tomados
del rico acervo popular. La obra, sin embargo, crea sus propios precedentes y
contiene, asimismo, una variada panoplia de técnicas narrativas: la suspensión, de la que hará un inteligente
uso Cervantes, como en el
episodio del buldero; o la gradatio narrativa en ascensión hacia el
anticlímax, como en el caso del ciego o el clérigo de Maqueda.21
El uso de la estructura anular, que acaba
concluyendo con lo que se inicia, hace de la novela una obra redonda; por otra
parte es la primera novela polifónica de la literatura española: el personaje
de Lázaro evoluciona, no es plano ni arquetípico: cambia y evoluciona, y va
pasando de ser un ingenuo a un cínico redomado, aprendiendo de las lecciones
que le da la vida. Tan es así que el final, lejos de ser positivo, sin embargo,
es vivido por el personaje como lo mejor que le podía haber pasado teniendo en
cuenta toda la trayectoria vital que le precede. La infidelidad de su mujer,
por tanto, no es nada comparado con las vejaciones que ya ha sufrido. Cada
personaje plano, por otra parte, se halla completamente individuado y
caracterizado sin maniqueísmo:
la crueldad del ciego, que no es absoluta; el idealismo soñador y orgulloso del
escudero pobre, un personaje al parecer folclórico luego retomado por
Cervantes; el diálogo entre conciencias en el cual se atisba la humana
comprensión que después será patrimonio casi exclusivo de Cervantes, en el
episodio del criado y el escudero; o la avaricia, mezquindad e hipocresía del
clérigo.
El valor psicológico y humano es patente en el
tratado tercero, que se ha querido ver como el anticipo de la novela polifónica moderna; por otra parte, el Lazarillo
bosqueja ya los rasgos fundamentales de un género de amplia trascendencia
española y europea, la novela
picaresca, que se configurará definitivamente con el Guzmán de Alfarache (1599) de Mateo Alemán,
más moralizado y pesimista todavía.
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